Amo.rosa.mente : Dueños con un CoCo a todo color.

Estábamos Kuko y yo disfrutando del jardín huertano, cuando un inmenso perro y otro que podría ser su pulga comenzaron a olernos y a subírsenos. Kuko como siempre se mantiene un tiempo al margen, yo para compensar y disculpar su chulesca timidez les doy mimos por los dos.

Los perros multiplican por vete tú a saber cuánto lo que reciben, así que tras lo que pensaba yo que iban a ser sólo unos instantes de agradecimiento por tomarse la molestia de venir a saludarnos, se convierte en un movidón de lametazos y saltos que nos paralizan un buen rato aun con la aparición nada estelar de sus dueños. Sí, también es verdad que Kuko y yo no somos precisamente imponentes.
Sólo les faltó presentarse, pero por ellos lo hicieron sus amos. Cristina y su padre me presentaron en pocas y claras palabras a "Gordo" y "Lola". Con un perro del tamaño de "Gordo" y un gato en casa no cabía posibilidad de hacerse de otro perro. Pero érase una perra en un principio elegida para ser "entrenada" como perro de pelea que termina, tras una cuchillada de orejas, abandonada en plena nieve en Bullas.
Ahora su destino más inmediato es pasear suelta con su familia y con su guardaespaldas "Gordo" por la huerta y el malecón murciano. A veces uno puede permitirse el lujo de pensar que por cada hijo de puta hay un ángel.

(Click en las fotos para Zoom)


A ver cómo me escapo de ésta sin volver a piñarme.

"Gordo" a sako! le adosa el morro a Kuko.

Lola y Cristina. "Just".


La familia se aleja, Lola, junto al árbol, nos dedica una última despedida.
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En Italia, las arcas de la mafia ingresan cada año, sólo en el capítulo de -peleas de perros-, alrededor de 750 millones de euros; es decir, casi 125.000 millones de pesetas. Son cifras del informe -Zoomafia 2001-
En España, por lo menos de momento, ese cálculo sería imposible de realizar. Porque, como explica el comandante Pírriz, de Seprona, -aquí las peleas de perros no son delito, sino falta, de forma que aunque sepamos a ciencia cierta dónde se está celebrando una velada, el juez nunca nos daría la orden necesaria para entrar-. Ni podríamos detener a nadie, a no ser que en el mismo lugar se estén cometiendo otro tipo de actividades delictivas.
El sistema utilizado es literalmente una tortura hasta la locura. El entrenamiento tienen dos parte: una -psicológica-, que consiste en enloquecer el perro hasta convertido en una máquina de matar, y otra física.

Para empezar, se les maltrata físicamente, en todo momento, a golpes, pinchazos y lesiones de todo tipo, y se les encierra durante horas en pequeños cubículos oscuros, para que odien todo lo les rodea. La droga es también uno de los instrumentos habituales de adiestramiento: primero les enganchan y luego se la quitan, con lo que la furia del perro alcanza niveles de locura.

Otro de los métodos consiste en enfrentarlos a animales más pequeños que ellos, o bien de igual tamaño que no estén adiestrados, para que al destrozarlos crezca su autoestima.

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