Era esto todo nuestro arte...

De un salón de baile por el que pasé, salió a mi encuentro una violenta música de jazz, ruda y cálida como el vaho de carne cruda. Me quedé parado un instante: siempre tuvo esta clase de música, aunque la execraba tanto, un secreto atractivo para mí. El jazz me producía aversión, pero me era diez veces preferible a toda la música académica de hoy, llegaba con su rudo y alegre salvajismo también hondamente hasta el mundo de mis instintos, y respiraba una honrada e ingenua sensualidad.
Estuve un rato olfateando, aspirando por la nariz esta música chillona y sangrienta;
venteé, con envidia y perversidad, la atmósfera de estas salas.
Una mitad de esta música, la lírica, era pegajosa, superazucarada y goteaba sentimentalismo; la otra mitad era salvaje,caprichosa y enérgica, y, sin embargo, ambas mitades marchaban juntas ingenua y pacíficamente y formaban un todo. Era música decadentista. En la Roma de los últimos emperadores tuvo que haber música parecida. Naturalmente que comparada con Bach y con Mozart y con música verdadera, era una porquería..., pero esto mismo era todo nuestro arte, todo nuestro pensamiento, toda nuestra aparente cultura, si la comparamos con cultura auténtica. Y esta música tenía la ventaja de una gran sinceridad, de un negrismo innegable evidente y de un humorismo alegre e infantil.
Tenía algo de los negros y algo del americano, que a nosotros los europeos,
dentro de toda su pujanza, se nos antoja tan infantilmente nuevo y tan aniñado.
¿Llegaría también Europa a ser así? ¿Estaba ya en camino de ello? ¿Eramos nosotros, los viejos conocedores del mundo antiguo, de la antigua música verdadera, de la antigua poesía legítima, éramos nosotros únicamente una exigua y necia minoría de complicados neuróticos, que mañana seríamos olvidados y puestos en ridículo?




Hermann Hesse "EL LOBO ESTEPARIO"

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