SOS 4.8 2015 - MORRISSEY: THE SHOW IS MINE.

 

Para que los críticos hablen bien del genio de Morrissey parece ser que antes hay que disculparlo. Vegano cerril, enfermo narcisista, dictador y otras joyitas forman el prólogo de lo que acabará siendo una "excelente crítica". Eso sí, siempre que se haya dejado antes bien claro que es un puto tirano que no come carne y no quiere que los demás lo hagan.

El concierto que nos regaló el 1 de mayo en el SOS murciano fue maravilloso de principio a fin, sin matices. Pero la estupidez es mucho más egocéntrica que el propio Morrissey, y la estupidez de muchos críticos no ha dormido tranquila hasta humillar el compromiso de concienciación que el músico ha contraído con los animales no humanos.

De todo hemos leído, desde el simplón chascarrillo de "casquería" hasta forzados términos hiperjuradores de que el show dio el bajón al llegar a "The Bullfighter Dies" y "Meat is murder". También es verdad que he leído a algún crítico no explotar esa vertiente y ha respetado el derecho a transgredir el sistema sin necesidad de posicionarse.
Pero la mayoría canta un explicón. Me pregunto yo cómo de narcisista y egocéntrico ha de ser quien se proyecta convencido del propio derecho y talento para enjuiciar y sentenciar por escrito todo un universo de expresiones y sensaciones que a lo largo de muchos años ha alimentado una leyenda viva en dones artísticos, y compromiso. Menospreciar a cualquier triunfador proteccionista es ideal para pasar de profesional con sentido crítico a ser un pobre "criticoti". Muy egoplasta tienes que ser para no ver tu ridiculez intentando con soplidos apagar la llama de la genialidad. Soplidos porque nada grave puede decirse de quien sólo puede ser acusado de afectiva tozudez. La acusación de egocéntrico, cada vez más vacía en estos tiempos donde todos nos empeñamos en asomar la patita y selfiearla con cien filtros diferentes. Llegados en esta electro-era a la conclusión de que todos podemos hacer gala de un ego estratosférico, ¿no deberíamos ya llegar a la conclusión de que los pocos egos que consiguen beneficiosos cambios deberían ser deseables en un mundo inundado de narcisismo grisáceo y mediocre?

Acusación de JUGAR A SER DIOS por impedirte comer carne mientras él da el concierto:
Hola, soy Morrissey, no me basta con cantar como dios, ser la polla en el escenario y clavarte la voz en el alma. Además quiero transgredir en un mundo donde se asesinan millones de animales por segundo, me sale de los mismísimos protegerlos, qué cosas tengo, ¿verdad? Y como tengo cierto poder he decidido usarlo como mejor me haga sentir en mi pellejo, evitando que despellejen a otros. Pongo mis condiciones cuando doy un show. Porque no sé si te das cuenta pero THE SHOW IS MINE, si no te gustan mis condiciones vete a zamparte un culo de vaca mientras maldices y defecas sobre los asiáticos que comen perros.

Si no lo has entendido me queda ofrecerte mis favoritos del set list: Suedehead, Kiss me a lot, World Peace is none..., Istanbul, Speedway, Scandinavia, The Bullfighter Dies, Meat is murder...
No eché de menos nada, aunque a solas me emocioné con la ausente "Neal Cassady Drops Dead". Temas como "Istanbul" fueron suficiente para no echar nada de menos. Una sola canción de Morrissey en escena equivale a la mayoría de recuerdos musicales que creiste insuperables.

Doy gracias por las imágenes que fueron proyectadas y que grabé desde primera fila pegada al pantallón de nuestra izquierda. No me dolió excesivamente esta vez verlas, me pudo la satisfacción de ser testigo de algo grande, asistir a un espectáculo concienciador de un artista que será recordado como un ángel disfrazado de demonio mientras que los que realmente juegan a ser dios asesinan el planeta.

Ya sentí ese tremendo dolor hace cinco años cuando vi por primera vez una realidad manipulada por los mejores publicistas del mundo al servicio de las potentísimas industrias. Podemos observar cómo en los últimos años las campañas de productos cárnicos y lácteos son más curradas que nunca, con una fotografía, audio y efectos especialmente tiernos, mientras que hasta hace nada veíamos poco más que sangre y un par de hachazos.
No sólo en anuncios, ahora, de repente, todos los "doctores de la tele y revistejas" se han obsesionado con sus falsificados beneficios intentando desenfocar toda la información de páginas especializadas en la red, información con detallados datos que vinculan la carne roja y productos lácteos a enfermedades crónicas.

No sólo vi esa realidad a través de documentales, sino a través de los activistas que muestran su día a día en la red, que crean santuarios para proteger a los animales que desechan los dueños del mundo, por no ser los suficientemente productivos.
También he sido testigo no sólo en pantalla, sino oliéndolo con mi propia experiencia. Pegada a la protectora en la que colaboro hay una granja en la que se puede ver la miserable vida de las vacas y sus terneros, encerrados en cubículos para que no anden ni desarrollen sus músculos y su carne sea tierna, y eso que era una pequeña granja, a nivel industrial el sufrimiento es inimaginable.


Hace cinco años decidí que en lugar de derrumbarme por ver esa realidad no publicitada me esforzaría por dejar de comer carne, luego descubrí que no decidí nada; a base de documentales las imágenes decidían por mí; pasé de ser devoradora diaria de embutido y filetazo a darme un inmenso asco, a descubrir sencillos placeres culinarios que me llenaron de energía y perplejidad por haber vivido tantos años engañada en la capitalista sumisión de la sangre como necesidad básica.

No cuestiono con radicalidad a ningún comedor de cadáveres que respete sinceramente mi elección, no juzgo lo que hasta hace poco yo hacía con sumo placer. Pero puedo pasar de un extremo a otro si me vienes con teorías prehistóricas, con las hormigas que pisamos y una recien-nacida empatía por el sufrimiento de las plantas. Entonces puedo comerte vivo. Cada don nadie como yo tiene su propia estrategia de concienciación que puede variar entre la tibia tolerancia y la claridad más directa, los don nadie no sentimos una inmensa responsabilidad a explotar. 
El mundo está lleno de exitosos personajes de influyentes brazos cruzados, capaces de cambiar el mundo en cualquier área, no lo hacen convencidos de que el mundo les pertenece sobre todo a ellos, y a ellos les va bien.
Ver a Morrissey como uno de esos pocos que decide apostarlo todo por un número, el número más ninguneado hasta el infinito, el número incalculable de víctimas pasadas y futuras. Un número que grita que el mundo no es nuestro, que nosotros somos del mundo o de lo que queda de él, una especie más entre tantísimas otras que hacemos desapararecer.

Puedes buscar todas las excusas que quieras y nombrarme los insectos, bichazos y parásitos que los proteccionistas no dejan vivir. Sólo cuando sientas real compasión por los animales que gritan desde el matadero tu cínico discurso sobre el derecho a la vida de las plagas tendrá dignidad y autenticidad.

Mientras tanto, la mayor plaga seguimos siendo nosotros.

Raquel Bermúdez González 2015
LaRakeLa.com





IMÁGENES DEL CONCIERTO EN MURCIA




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