A CAMBIO DE NADA - Daniel Guzmán

"A cambio de Nada" está lleno de maravillas.

Los protagonistas, si fueran aún más creíbles, se te aparecerían en la próxima visita que hicieras a la mesa de camilla de tu abuela; y te contarían una historia con la gracia fresca de su juventud y el laborioso transcurso de los años que aún se mueven sabios, los de Antonia Guzmán, la maravillosa abuela del director. Y es que no se puede disfrutar la vida sin niños (o no tan niños) y sin nuestros mayores.
Tampoco sin animales.
Una de esas pocas películas que no usa a los animales como payasos adiestrados o elementos arrojadizos.
Hay un vicio ya casi formal dentro del cine. Si no se trata de cine infantil, familiar o comedia ultra-amable, animal que sale, animal que acaba palmando por ajuste de cuentas mafiosas, venganzas psicópatas, accidentes traumáticos o, en "el mejor" de los casos, arrojados al vacío en algún sketch supuestamente chispeante.

Pues he aquí Tyson, un perro que sólo es un perro, que sobrevive acompañando a su amo, que no ha sido entrenado para saltos mortales ni entretener al personal, que se limita a hacer lo que hace cualquier can: dar besitos a los humanos e intentar pincharse a su especie.

A Cambio de Nada. Tan entrañable, dura y auténtica que se deja robar.







"Abuela, si no es por ti yo no podría dirigir, porque tú me has enseñado muchísimas cosas que yo voy a contar a partir de ahora.”







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