Cómo bailar antes de que suene

Hablamos poco sobre la inutilidad de las promesas, mientras medio mundo las practica al menos media vida.
Las promesas son como las reglas, un excitante aliciente en sí mismas para romperlas. Nada más prometedor para incumplir algo que prometer que no incumplirás jamás.

Pero más importante que su inutilidad es su carácter empobrecido. Hacer lo correcto y necesario para avanzar no admite trueque de valores y recompensas, pedirle cositas a dios o al universo a cambio de una actitud cambiada es una ofrenda debilucha y sin magia.
Hay que tener ganas de danzar antes de escuchar la música, buscar esa música sin prometer(nos) nada, sabiendo que tal vez no tengamos confianza para mover un solo brazo, que tal vez sólo podamos limitarnos a escucharla. Pero sabiendo también que estamos ahí por voluntad natural, sin la cargante motivación de un premio que honre nuestra interesado esfuerzo.


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